Extranjero

Extranjero. ¿Sinónimo de quien recorre el mundo o de invasor? Vivir en el extranjero no siempre es algo envidiable. Sobretodo cuando se es extranjero por necesidad, y no sólo por capricho. Los que siguen en el país de origen ven al emigrante en una posición deseable. Lejos de lo rutinario, en un lugar nuevo y desconocido, excitante. Conociendo otra forma de vivir, degustando nuevos sabores y respirando nuevos aires.
El inmigrante no suele ser tan romántico en cuanto a su realidad. Está solo, tratando de aprender lo más rápido posible para que ese lugar extraño ya no lo sea tanto. Porque es difícil que los nativos vean al recién llegado con confianza. Según sea su procedencia, o lo verán con admiración (a veces hasta con un poco de simpatía) o con desprecio, pero nunca como si fuera uno de ellos. Hay un tipo de inmigrante que tratará de pasar desapercibido en cuanto le sea posible: hablará, se vestirá y comerá como un nativo. Tratará de borrar todo aquello que lo delate como invasor, como Extranjero.
Si su aspecto físico no anuncia su extranjería, tratará de prolongar todo el tiempo posible aquel frágil vínculo entre los nativos y él. ¿Pareceré europeo?. Pero si el color de su piel o sus rasgos no dejan lugar a dudas, querrá cambiar. Está harto de las miradas de recelo que lo acompañan a todas partes.
Otro modo de vivir la extranjería es refugiarse en el guetto. Esforzarse en ser diferente, acentuar los rasgos extraños. Negarse a la mezcla y anhelar la pureza. Parece soberbia, pero es miedo. Se siente vulnerable lejos del hogar. Enseña a sus hijos a odiar y a desconfiar.
Sin embargo hay que recordar que el inmigrante sólo está persiguiendo un sueño. Sueños que no son tan diferentes de los que poseen los nativos.